lunes, 4 de julio de 2011

El costo de ser rostro



Más de 125.000 veces ha sido visto en YouTube el video donde Jorge Zabaleta, actor y rostro de La Polar, se entera del escándalo protagonizado por la empresa de retail. La parodia, realizada por un ex alumno de Periodismo de la UDP, lo muestra mirando un televisor donde se exhiben las denuncias de los clientes afectados por las repactaciones unilaterales de la multitienda.
En entrevista con El Mercurio, el actor se declara “completamente sorprendido y preocupado por los clientes, como también por los trabajadores de las tiendas, que son quienes dan la cara al público". Esperando una solución al conflicto, Zabaleta no quiso dar más declaraciones.
Las críticas no se hicieron esperar. El mundillo de la web y los miles de opinólogos en redes sociales no dudaron en burlarse del actor y lo que significaba ser parte de la cara visible de una empresa en crisis. Sin embargo, la pregunta es si el precio de esta exposición vale realmente la pena. Para la mayoría claro que lo vale. Ahora cabe preguntarse si es que el mercado de la televisión y el teatro no son suficientes, más allá de que son casos puntuales aquellos elegidos para representar a una determinada marca en la pantalla chica.
De todos modos, existen formas de ponerse el parche antes de la herida, y hacerle frente al riesgo de incursionar en publicidad. Mariana Loyola, también figura de la multitienda en cuestión, está tranquila en su casa porque desde un principio se resguardó como rostro publicitario: no aparece en ningún spot de La Polar con tarjetas comerciales en la mano ni nada que tenga que ver con productos financieros. Lo mismo hace Benjamín Vicuña, rostro de Almacenes París, quien no aparece en los spots con tarjetas de crédito. En la mayoría de los canales nacionales, queda estrictamente prohibida la participación en spots de publicidad para los periodistas de prensa. La única excepción por estos días es la de Macarena Pizarro, situación de la cual CHV no da declaraciones.
La pregunta que debería hacerse la industria sería que si, tal como sucede en otros rubros, la publicidad es sólo un trabajo más para sacarle provecho a un buen momento de carrera, o si realmente existe la necesidad de lucrar del “capital de cariño” que tienen los actores por parte de la gente. Si vale la pena obtener unos milloncitos más, con tal de tener las vacaciones en el Caribe, a cambio de la humillación virtual que día a día hace en Internet el mismo público que ve a los artistas en televisión.

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